martes, 12 de julio de 2011

Aprendí a refugiarme en la belleza del arte, que es tal vez la mía, no la de la televisión, ni la del poder, ni de la política, ni la del intelectualismo puro y absolutamente nunca busca superioridad. La del arte que es tan diferente, tan comprensiva e inexplicable, subversiva, jamás acepta nada, solo momentáneamente para luego dejar que cambie. Esta belleza que aún debe crecer.

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